EL EXTRAÑO HABITANTE DEL BOSQUE

Introducción y comentario de Cristina Maffei Suomi
Cuento escrito por Laura Ylikoski (12 años)

 

En este último año hemos asistido a una incremento del valor literario de la fábula, del mito y de la leyenda; géneros en origen pertenecientes a la literatura oral, pero después reconocidos y utilizados tanto a nivel didáctico como literario para profundizar en el origen histórico- antropológico- folklórico de un pueblo. Considero significativo el uso del término "folklórico" que, aunque a menudo sugerido, no es por el momento compartido porque requiere elementos no académicos de la tradición y no es considerado, por tanto, expresión cultural de una comunidad.
Al contrario, creo que éste término es importante en cuanto a que define el progreso de los rituales primitivos, origen de la tradiciones populares, entendido a través de una recopilación de historias y relatos que forman la herencia literaria, no ya de un grupo lingüístico sino de toda la humanidad.
Además, la temática analizada, al margen de las implicaciones de orden territorial y sociológicas está, mayormente, presente en el inconsciente humano y, por lo tanto, se convierte en herencia cultural para el conocimiento del hombre. El imaginario fantástico, base de cada narración, es rico en simbologías y recoge alegorías que son esenciales en la vida: la tierra, el agua, el aire, la luz que pueden simbolizar la seguridad y el miedo, la vida y la muerte, la oscuridad y la luz.
En la leyenda tratada encontramos todos estos elementos, que se desarrollan en el lugar que es por excelencia el escenario para incontables historias provenientes de muchas culturas: el bosque, la selva, en todas sus acepciones y variantes.¿Qué puede representar mejor la dicotomía entre lo bueno y lo malo que el espíritu que vive en este bosque, con sus más reales y fantásticas formas de vida? Quien conoce el bosque sabe que un personaje como éste no está lejos de la realidad: las sugestiones que se desatan cada vez que penetramos en el bosque provocan una antigua y latente memoria emotiva que se superpone a aquella visual, inmediata y que despierta emociones ocultas que son la base del sentimiento humano.  El bosque ha sido en el pasado una fuente de sustento y de supervivencia, hoy se visita por placer, interés por la naturaleza, curiosidad, pero sobre todo en busca de aventuras. Inconscientemente, lo vivimos y lo vemos con la mirada estupefacta de los protagonistas de esta leyenda; nos deslizamos en el bosque y sentimos que es impenetrable, fascinante y peligroso, pero también mágico, íntimo y protector. Volvemos a nuestra niñez, casi para confirmar la primordial inocencia y virginidad que en el pasado existía en la simple y recíproca relación que encontramos entre el hombre y la naturaleza.
El tronco sobre el que los chicos dejan sus ofrendas a la naturaleza, en honor del espíritu del bosque, es quizá un altar pagano en el cual deberemos pensar metafóricamente cuando nos enfrentamos a la naturaleza y nos apropiamos de sus aspectos más arcaicos y de sus enseñanzas más preciosas.


Laura Ylikoski

EL EXTRAÑO HABITANTE DEL BOSQUE

 

 

Era un hermoso día, Liisa, Petteri, Kalle y Toini iban al bosque a recoger arándanos azules y rojos. Tras haber atravesado el ondulante campo de trigo, llegaron al borde del bosque. Liisa balanceó su cubo delante y detrás, indicando que era el momento de entrar en el bosque. En el bosque estaba un poco más oscuro. Las sombras de los abetos se fundían con la tierra, refrescando el aire. De vez en cuando, el sol brillaba entre las ramas, calentando un poco las caras de los niños. 
Después de haber caminado un trecho, Toini se dio cuenta de una masa de arbustos cargados de frutas. "¡Mirad aquí! Hay al menos dos cubos.", dijo gritando, entonces todos los niños tomaron sus cubos y los llenaron de arándanos. "El mío aún no está lleno, no nos vayamos aún", dijo Petteri a los otros, que mostraban sus cubos llenos. "Claro que no lo está. Te has comido al menos medio", dijo Liisa y se arrodilló para ayudar a Petteri.
Por fin consiguieron llenar el cubo de Petteri. "¿Recogemos ahora otro de arándanos rojos?", preguntó Kalle haciendo balancearse el cubo vacío. "Pues sí, recojamos más aún" respondió Toini. Los niños se adentraron en el bosque cada vez más oscuro cogiéndose de las manos. De repente, desde una inmensa roca cubierta de musgo, se oyeron unos crujidos.  Los niños se asustaron muchísimo. Petteri gritó; si hubiese sido una ardilla, habría huido. Pero los crujidos continuaban. Petteri grito de nuevo y sólo entonces algo se elevó desde la piedra. Se parecía a un hombre. Un hombre alto como el padre de Toini les miraba. Los niños palidecieron, un estremecimiento les atravesó, el terror les sacudía desde los dedos de los pies hasta las orejas y gritaban tan fuerte ¡que cualquiera de ellos pudiera haberse roto los tímpanos!
Aquella aparición también parecía tener miedo de ellos, pues retrocedió ante los gritos de los niños y también él comenzó a gritar. Toini, Kalle, Petteri y Liisa echaron a correr, pero no conseguían reconocer el camino a casa en el bosque tan oscuro.
"¡Eh, no huyáis, niños! No quiero haceros daño, no voy a comeros", gritó el hombre y los niños se volvieron. "¿Qui-qui-quién eres?, balbuceó tímidamente Petteri, que era normalmente muy valiente. "¿Yo?, ¿no lo sabes? Chico, ¡debes saber que mantengo con vida todo este bosque! Protejo las plantas, siembro el musgo, riego los árboles y doy fuerza a las piedras, ¿ahora sabes quién soy?", preguntó el hombre. "No", dijo Petteri débilmente. "¿No lo sabrías tampoco si te dijese que tengo velocísimas piernas y que puedo correr como ningún otro animal en el bosque? Seguro que sabes quién soy si te digo que soy al mismo tiempo herbívoro y carnívoro?", preguntó de nuevo el hombre. "No", respondió Petteri de nuevo. "Y, ¿lo sabes si te digo que soy el creador de todo el bosque?", preguntó el hombre enervándose. "No", dijo Petteri otra vez."Yo, que estoy delante de ti, soy Tapio ¡El Espíritu del Bosque!" Las caras de los chicos palidecieron y otro estremecimiento les recorrió, habrían podido llorar de miedo. "¿Tú eres el prestigioso Tapio, El Espíritu del Bosque?", preguntaron los niños timidamente. "¡Así es!".
Un largo instante pasó. Los niños miraban al hombre. El hombre que movía la cara, pero que no tenía ojos, ni boca ni nariz. El hombre que tenía la barba y el pelo increíblemente largos. Vestía una túnica verde oscuro, que llegaba hasta el suelo, tan larga que las plantas, el musgo, las setas y los árboles crecían alrededor. A decir verdad, la túnica era la propia tierra. "Entonces, ¿qué hacéis en mi bosque, sobre mi tierra? Preguntó Tapio escrutando con su cara sin expresión los cubos de los chicos. Toini contó toda la historia. "Ah, es eso", dijo Tapio, por último. "Chicos, debéis saber que si alguien osa tocar las frutas que crecen en mis bosques, antes del anochecer deberá traerme un cubo con leche y algo de pan. Si por la noche no ha regresado a la linde del bosque con estos alimentos, iré a sacaros de vuestras casas y llevaros al Hijo del Bosque, mi hijo, que os hará bailar sin descanso hasta que caigáis agotados", dijo Tapio y se marchó al bosque llevado por el viento. Los niños quedaron en silencio. "Vamos de una vez a coger la leche y el pan", gritó Liisa y todos se apresuraron al oloroso establo.
Liisa tomó un taburete y se acercó a la vaca Konttikatti. Con toda su fuerza comenzó a ordeñar a la vaca y, al fin, el cubo estuvo lleno de leche. Al mismo tiempo, Kalle fue a casa para coger el pan que secaba colgado de la viga en la despensa. Ahora estaba todo listo y los niños atravesaron el campo con gran celeridad, hasta el comienzo del bosque. "¿Es aquí donde debemos dejarlo?" Preguntó Kalle dubitativo. Los niños afirmaron con la cabeza. Petteri vio un tronco y sugirió colocar la leche y el pan sobre éste. Liisa colocó el cubo sobre el tronco, Kalle colocó el pan cerca y todos permanecieron en silencio.
Al fin, sintieron un murmullo en el bosque "Gracias, niños".
Toini, Kalle, Petteri y Liisa estaban asustados pero, se volvieron para ver el comienzo  del bosque y dijeron "A ti, egregio Tapio, Espíritu del Bosque".
Todo estaba en orden de nuevo, el Hijo del Bosque no les haría bailar hasta el agotamiento y no deberían permanecer para siempre en el bosque, y de este modo volvieron felizmente a sus casas.

Esta historia es parte de un libro llamado “Nuove storie per antiche leggende” (Nuevas historias de viejas leyendas), resultado de un proyecto conjunto entre Italia y Finlandia. La propuesta de un esfuerzo común sirve para avivar los intercambios entre los dos países en varios aspectos interesantes de la cultura, en particular para promover la  naturaleza propia de cada lugar, para redrescubrir las raíces culturales y tomar un nuevo punto de vista de las viejas leyendas.

Dibujos realizados por los alumnos Francisco Javier Herrera Rubio y Alberto Horcajo Zazo del IES Siberia Extremeña (Badajoz).

 

 
 
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